Pasar al contenido principal
Lun, 27/11/2023 - 18:11

Iniciamos con David Barberá, recientemente galardonado con uno de los Premios de Investigación UPV, la serie de entrevistas "Somos INGENIO". Esta iniciativa nace con el objetivo de conocer un poco más al personal de nuestro Instituto, tanto de su trabajo diario como su lado más personal.

¿Cuál es tu trabajo dentro de INGENIO?
Soy Científico Titular del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. También he sido Profesor Titular de la Universidad Politécnica de Valéncia. INGENIO es un instituto “híbrido”, formado por investigadores pertenecientes a ambas instituciones, y creo que soy un poco híbrido paradigmático porque he pertenecido a la UPV y al CSIC, algo no demasiado común en el instituto. 

¿Cómo definirías tu día a día en el Instituto?

En general en las ciencias sociales las interacciones físicas entre los investigadores que trabajan juntos no son tan necesarias como, por ejemplo, en un laboratorio. Por eso, lo más importante del día a día para mi son las actividades colectivas del Instituto, como los frecuentes seminarios de investigación con invitados externos y miembros de Ingenio, o los encuentros organizados con los estudiantes de doctorado.

¿Cuál es tu línea de investigación?

Ahora mismo dedico bastante tiempo a trabajar en dos temas. El primero es el impacto de la innovación en Inteligencia Artificial en la actividad científica. En mi opinión, en el debate sobre la IA hay que intentar evitar en lo posible lo que Lee Vinsel llama el “criti-hype” -el click-bait apocalíptico e irreflexivo- pero también pienso que la capacidad de la IA para transformar la actividad científica es innegable. Mi participación en el AI Hub, una red de investigadores en inteligencia artificial del CSIC, me ayuda mucho a la hora de intentar entender estas transformaciones. 

Por otro lado, me interesa mucho el análisis crítico del propio discurso sobre innovación. Creo que la innovación es algo así como un “significante vacío”, una panácea discursiva de la que se apropian actores muy diversos, a veces con intenciones antagónicas. Pienso que es necesario analizar la estructura de este discurso para comprender porqué la innovación es tan omnipresente en nuestra sociedad. En junio de este año di un par de seminarios en el IVAM donde pude empezar a perfilar estas cuestiones

¿En qué proyectos trabajas actualmente?

Mi compañero Joaquín Azagra-Caro y yo somos investigadores principales de un proyecto del Plan Nacional de Investigación que acaba de empezar sobre la interacción y el compromiso de la universidad con la sociedad durante las crisis sociales.

¿Cuáles son tus últimos resultados?

Durante los últimos años he trabajado (junto a mi compañero en Ingenio Enrique Meseguer) en un proyecto internacional liderado por la Universidad de Sussex en el Reino Unido, que estudiaba la organización de la red pública de laboratorios para realizar test PCR en ocho países durante la crisis del Covid-19, entre ellos España. En concreto, al comparar los sistemas de test PCR en España con los del Reino Unido hemos observado que el criterio de los especialistas médicos en España (en este caso los microbiólogos clínicos) fue más influyente en la organización de los laboratorios de test que en el Reino Unido, donde se impusieron criterios de relacionados con la eficiencia, de arriba abajo, excluyendo el juicio de los especialistas y favoreciendo la creación de nuevos mega-laboratorios centralizados. El legado de estas decisiones ha sido muy distinto en los dos países: mientras que en España la influencia de los microbiólogos en España sirvió para que los laboratorios de los hospitales públicos estén hoy más preparados que antes de la pandemia, en Reino Unido los grandes laboratorios centralizados que se construyeron durante la crisis han sido desmantelados y parece que no han ayudado a mejorar las capacidades del país. Si tuviera que resumirlo en un tuit: “la búsqueda de la eficiencia durante las crisis puede no ser eficiente a medio plazo”.  

¿Y retos más inmediatos?

Pues avanzar con las líneas de investigación sobre IA en la ciencia y sobre el discurso de la innovación que mencionaba antes. Y también incidir en los aspectos más interdisciplinares de mi trabajo. Durante bastantes años he estudiado la evolución de la innovación en las tecnologías médicas. Me gustaría involucrarme más con proyectos de desarrollo de estas tecnologías para comprender mejor su impacto en la sociedad. En este sentido, estoy muy contento de participar en la Plataforma de Salud Global del CSIC, porque me permite interaccionar con investigadores biomédicos muy brillantes y comprender el impacto de su trabajo.

¿Qué opinas sobre el momento actual de la ciencia española?

Pues a nivel presupuestario hay de todo. Parte de los últimos fondos de recuperación europeos han ido a parar a la ciencia, y creo que eso es una buena noticia que sería todavía mejor si esta tendencia se consolida en los próximos años. Pero la universidad sigue claramente infrafinanciada. 

¿Qué destacarías de nuestro sistema científico?

El trabajo de investigadoras e investigadores. Con presupuestos más bajos y más carga docente que en otros países, los investigadores españoles son capaces de publicar artículos de calidad en número comprable a al de otros países como Francia o Alemania. Este hecho sólo se explica con el esfuerzo de los científicos, que de manera consistente figuran entre los colectivos más valorados por la sociedad española. Por eso es difícil entender la desconfianza hacia este colectivo que parece ser el principio organizador de la burocracia del sistema. Se han publicado varios estudios que muestran que la burocracia es el principal problema laboral para el profesorado universitario español. El sociólogo del CSIC César Rendueles habla de una “Stasi burocrática” en la investigación. Y, desde luego, la solución de este problema pasa también por las mejoras en la carrera profesional del personal de administración y servicios del sistema científico.

¿Y de la política científica?

En los últimos tiempos parece que hay un intento serio de orientar la actividad científica no solo hacia la excelencia investigadora, sino además hacia el impacto en la sociedad. Los cambios prometidos en el sistema de incentivos a la investigación parece que apuntan en ese sentido, aunque está por ver su alcance real.  

¿Qué cambios crees necesarios en el sistema de ciencia y tecnología del país?

Pues tienen que ver con esta idea de “impacto” en la sociedad. Durante años se ha priorizado una forma particular de impacto económico, en forma de patentes académicas y empresas spin-offs, actividades que privatizan los resultados de investigaciones que en muchas ocasiones han sido financiadas inicialmente con fondos públicos. Algunas instituciones como la Universidad de Aarhus en Dinamarca han abandonado estas prácticas porque consideran que son incompatibles con los principios de la “ciencia abierta”.

Lo que revela la investigación en este tema es que, como en otros muchos aspectos relacionados con la innovación, la clave es la desigualdad espacial. Sólo un grupo muy pequeño de universidades y regiones con una larga trayectoria en un ecosistema abundante en recursos y capacidades financieras, institucionales y humanas parecen beneficiarse de las spin offs académicas. En el resto de instituciones es dudoso que priorizar las  spin offs y las patentes académicas sea una buena idea en términos de impacto económico: en el MIT puede funcionar, para los demás no está nada claro. No se trata de demonizar criptocomunistamente la interacción con la industria. Una parte muy importante de la investigación tiene que conectarse necesariamente con la industria para lograr un impacto positivo en la sociedad, y esto es especialmente cierto en una universidad politécnica. Pero, como muestra nuestra investigación, con la industria se puede interaccionar de muy distintas maneras, y es muy probable que priorizar la receta de las spin-offs y las patentes académicas no sea rentable en muchos lugares.
En España, tras décadas de esfuerzo, trabajo e inversión en este tipo de actividades desde las oficinas de transferencia de tecnología, creo que es necesario realizar un análisis coste-beneficio para evaluar el impacto de la “universidad emprendedora”, como ha dado en llamarse. Sin duda existen casos de patentes universitarias y spin-offs de éxito, y de hecho conozco algunos de estos casos de primera mano. Pero de lo que se trata es de saber si este tipo de políticas han cumplido las expectativas que han generado. Creo que hace falta más pragmatismo y menos ideología de mercado en este tema.

En primera persona
• Una persona que te haya marcado o lo siga haciendo: Antonio Gutierrez, uno de los fundadores de Ingenio (CSIC-UPV). Me consta que Antonio ha sido y sigue siendo un ejemplo profesional y personal para muchas personas que le han conocido.

• Un recuerdo: el reciente premio a la Publicación Excelente de la Universitat Politècnica de València seguro que será un buen recuerdo en el futuro. Me he pasado media vida en la UPV como alumno y profesor. Este reconocimiento de la universidad me ha hecho mucha ilusión.
 
• Un libro: Todos los que leeremos en el club de lectura “El Porqué de las Cosas (Sociales)” que comienza en enero en la Llibrería Ramón Llull y que organizo junto a Adrián A. Díaz-Faes (compañero en Ingenio) y Óscar Llopis (de la Universitat de València), y que comento también en intervenciones en diversos programas de Radio Malva.  El objetivo del club de lectura es charlar sobre libros actuales o clásicos de las ciencias sociales, entendidas de manera muy abierta: sociología, economía, psicología, antropología, historia, estudios sobre la ciencia, urbanismo o cualquier área que indague en el funcionamiento del comportamiento humano y la sociedad, así en general. Los coordinadores no conocemos todas las áreas que vamos a tratar, porque es bastante imposible. Nuestras líneas de investigación son muy específicas y los intereses de este club muy extensos. Así que ni ofrecemos ni esperamos un juicio experto de los libros que tratamos. Sí garantizamos una discusión abierta, sin prejuicios y que nace de la simple curiosidad por las mejores y más sorprendentes ideas.

• Una película: Todas las que veremos en el cineclub sobre “Ciencia y pandemias” que organizaremos en la UPV como parte del proyecto del plan nacional de investigación que mencionaba antes. Queremos que las representaciones del papel de la ciencia en películas sobre crisis sociales (por ejemplo, las relacionadas con pandemias) nos sirvan para iniciar una conversación con el público sobre el impacto social de la universidad.

• Una canción: “Negras noches”, de las Víctimas Civiles, un grupo valenciano. La canté en un karaoke después de la fiesta que celebraba una oposición en la que fui seleccionado para una plaza en la universidad- y creo que lo hice bastante bien. Consolidarse en la investigación no es fácil. He participado en varias oposiciones y concursos para plazas durante mi carrera, con resultados dispares. Si me seleccionan todo muy bien y muy contento, pero cuando las pierdo la bajona me dura tres meses. 

• Tu lugar preferido en el mundo: ahora vivo en el Cabanyal y estoy muy a gusto aquí. Después de tanto tiempo pensando en la innovación estoy irremediablemente sesgado, y me interesan las historias del Cabanyal relacionadas con el impacto de la tecnología. La introducción de la pesca del bou, que inspiró a Sorolla y Blasco Ibañez, fue decisiva para la consolidación de este núcleo poblacional en el s.XIX. Y ahora mismo el impacto de la ampliación del puerto de Valencia es uno de los asuntos más controvertidos en el barrio.

• Un desafío personal: ser menos plasta en las entrevistas.

• Un deseo: ver crecer a mi hijo sano y feliz.